Sumergida en una de las peores crisis de su rico historial, la multitudinaria entidad fundada por David Arellano Moraga no tuvo vaivenes en los campos de juego durante la segunda mitad de 2002, situándose incluso en el lobby de su 23° estrella tras dar cuenta de los cruzados por 2 a 0 en la primera final del Clausura. Tres días antes de Navidad, en la vuelta disputada enconadamente en el Estadio Nacional, la UC amenazó prematuramente la ventaja que sacó el Cacique en el Monumental, a los ocho minutos, con un frentazo de Pablo Lenci sobre Eduardo Lobos. Pronto, el elenco de Jaime Pizarro emparejó las acciones, luego de una vehemente infracción penal del portero Jonathan Walker sobre Luis Ignacio Quinteros, cobrada por Marcelo Espina a los catorce. Y entre los treinta y cuarenta minutos se produjeron dos incidencias que desembocaron en un lógico deterioro en el campeón del Apertura de aquel año: las expulsiones de Jorge Acuña y Daniel Pérez. Ante tal panorama, los albos empezaron a definir la brega a los veintiuno del segundo lapso, gracias a una gestión de Marcos Millape finiquitada por Manuel Neira, quien a los veintiocho sentenció el 3-1. El descuento de Albert Acevedo, anotado a tres del desenlace, ni siquiera sirvió para poner alguna dosis de suspenso en Ñuñoa ni a amagar el incuestionable dominio popular.